Después de más de treinta años de espera, el Congreso Nacional aprobó la Ley de Fomento y Protección a la Artesanía, marcando un antes y un después para miles de artesanos y artesanas a lo largo del país. Esta ley, tan esperada como necesaria, reconoce la artesanía como una manifestación cultural viva, parte esencial del patrimonio inmaterial de Chile, y establece herramientas concretas para protegerla, fortalecerla y proyectarla hacia el futuro.
El 7 de octubre de 2025 se aprobó definitivamente el proyecto, abriendo una nueva etapa para un sector que, durante décadas, trabajó sin el respaldo ni la visibilidad que merecía. Por primera vez, la creación artesanal, esa que nace de la paciencia, la memoria y el oficio, será reconocida por ley.
¿En qué consiste la ley?
La nueva ley se construye sobre tres pilares fundamentales: reconocimiento, participación y apoyo estatal.
En primer lugar, reconoce la práctica artesanal y a sus cultores, definiendo quiénes son los artesanos y qué se entiende por artesanía. Este paso es clave, porque instala el oficio dentro del marco legal, dándole el mismo valor cultural y profesional que otras disciplinas creativas.
Además, la ley crea espacios de participación como el Consejo Nacional de la Artesanía y Mesas Regionales en todo el país. Estos organismos permitirán que las decisiones y políticas públicas se tomen escuchando directamente a los propios artesanos, respetando la diversidad de oficios y territorios que dan vida a la artesanía chilena.
Por último, se establece un Fondo Especial de Fomento a la Artesanía de 2.900 millones de pesos, destinado al financiamiento, formación, difusión y desarrollo del sector. Junto a esto, se creará un Registro Nacional de Artesanía, que permitirá identificar a los cultores, facilitar el acceso a beneficios y visibilizar su trabajo.
¿Qué beneficios trae para los artesanos y las artesanas?
Esta nueva ley significa mucho más que un documento oficial: es un reconocimiento profundo al valor de las manos que crean, del saber heredado y del trabajo paciente que da forma a la identidad cultural de Chile. Por primera vez, la artesanía deja de ser vista solo como un oficio y pasa a ocupar el lugar que merece: el de un patrimonio vivo, digno de protección, promoción y orgullo.
Con la Ley de Fomento y Protección a la Artesanía, los artesanos y artesanas del país obtienen un reconocimiento formal de su labor, lo que abre la puerta a una visibilidad y valoración que por años se les había negado. También se crean mecanismos concretos para acceder a apoyos, fondos y capacitaciones, impulsando la comercialización y el fortalecimiento de sus talleres, especialmente en zonas rurales donde muchas veces este oficio es la principal fuente de sustento.
Pero quizás lo más importante es que los propios cultores y cultoras tendrán voz en las decisiones que afectan su trabajo. A través de consejos y mesas regionales, podrán participar en la construcción de políticas públicas pensadas desde sus territorios, sus realidades y sus sueños.
Esta ley también busca preservar las tradiciones y saberes que corren el riesgo de desaparecer, asegurando que las técnicas, materiales y estilos únicos que han dado forma a nuestra identidad sigan vivos en las nuevas generaciones. Al mismo tiempo, impulsa el desarrollo económico local, fomentando el turismo cultural, el comercio justo y la creación de productos con historia y significado.
En palabras simples, esta ley devuelve dignidad, apoyo y futuro a quienes hacen arte con sus manos. Representa la esperanza de que la artesanía no solo sobreviva, sino que florezca, siga inspirando y conectando a las personas con lo más profundo de nuestra cultura. Es una invitación a seguir creando, cuidando y celebrando lo hecho con las manos, con el alma y con el corazón.