Este libro reúne diez relatos de artesanas de la Región de la Araucanía y tiene como objetivo contribuir a la puesta en valor y difusión de la artesanía tradicional, portadora de una larga historia, manifestación de una cultura viva y del amor de sus creadoras hacia su oficio.
Estamos muy felices de contarles que hace un tiempo nos ganamos un Fondo de Cultura para poder editar un pequeño libro sobre diez artesanas de la región de la Araucanía que trabajan con Cordillerana. Con una gran investigación a cargo de Christine Gleisner y maravillosas fotos de Edgar Dassi Junior, tendremos el orgullo de compartir con ustedes en nuestra web, mes a mes, una a una, las maravillosas historias de vida y amor a un oficio. Por el momento les adelantamos la introducción a cargo de Christine y La editorial dell equipo Cordillerana.
Además en esta colección especial de nuestra web pueden comprar todas las maravillas que estas artesanas realizan con sus hábiles mano y dedicada ciencia.
Introducción
El presente texto es resultado de un proyecto Fondart, postulado el año 2020, junto a Cordillerana, proyecto social de la ONG debuenafe. La iniciativa tiene como objetivo la documentación, puesta en valor y difusión de la artesanía tradicional elaborada por diez artesanas de localidades rurales de la Región de la Araucanía.
En la zona sur de nuestro país, mujeres, muchas de ellas pertenecientes al pueblo mapuche, han ocupado un rol central en el traspaso de los oficios tradicionales y los antiguos saberes a través de las generaciones, entre los cuales se encuentra un profundo conocimiento de la naturaleza y el respeto por el entorno. A través de sus testimonios, sus oficios y sus localidades queremos dar a conocer su sabiduría, su aporte a nuestro patrimonio cultural y una visión de mundo que, esperamos, pueda inspirar a muchas personas.
El proyecto tuvo como método principal una serie de entrevistas, las que se realizaron entre 2021 y 2022, una investigación histórica y una visita a terreno, en la que se llevó a cabo un registro fotográfico de las protagonistas, sus talleres, sus obras y sus localidades.
Los artículos están ordenados según oficios: desde la colorida textilería en lana de oveja, la sorprendente cestería en fibras vegetales, el lento tallado en madera, a la fina orfebrería en plata y el novedoso trabajo en fieltro. Cada capítulo presenta a una artesana diferente y está escrito de forma independiente de los demás relatos, de manera que pueden ser leídos en el orden que se desee.
Las próximas páginas son un reconocimiento al valioso trabajo de las artesanas de nuestro país y esperamos que sean un estímulo para ellas y muchas otras que contribuyen con su esfuerzo y dedicación a preservar nuestro patrimonio cultural.
Finalmente, quisiéramos invitar a cada persona que lea estas páginas a valorar y apreciar cada pieza artesanal, portadora de una larga historia, manifestación de una cultura viva y del amor de su creadora hacia su oficio.
Christine Gleisner Vergara
Julio de 2022
Editorial
Es un espacio reducido, pero lo queremos aprovechar para al menos esbozar tres principios que nos guían como organización. El primero, es la idea de que la artesanía es y siempre ha sido anónima, sin ser por eso impersonal y sin historia. Para los griegos, lo que hoy llamamos arte y/o artesanía, era parte del techné junto con otras habilidades humanas, como montar a caballo, escribir versos o remendar zapatos. Para los romanos, por su parte, la ejecución de un gran mural de mosaicos en el templo de Neptuno y Anfitrite, era parte de los ars mechanica, al igual que herrar un caballo, cocinar un estofado o cultivar patatas en la huerta. En este campo abierto, la noción de autor era -por decir lo menos- irrelevante, y la división entre un arte superior y la artesanía, una ilusión1.
Fue tardíamente, en el renacimiento italiano, que surge la noción de artista, el culto a su personalidad y la obsesión con la autoría y la firma. Se inventa un Arte con mayúsculas, parte de las artes liberales, junto a la geometría y las matemáticas, todas disciplinas para hombres libres, intelectuales, independizados del trabajo manual. Desde ahí y hasta entrado el siglo XX, es la imagen del artista la que va en ascenso, como un individuo dotado de una visión y un talento fuera de lo común, que produce en soledad obras llenas de inspiración. Por su parte, la imagen del artesano y el hombre de oficios se degrada poco a poco, como si el hacer y ejecutar algo con destreza hubiese perdido vuelo.
Hoy, es justamente la labor del artesanado y su anonimidad la que buscamos rescatar. No hay una negación de la autoría, sino una reubicación de su importancia como parte de un proceso que es compartido y social. Para la práctica de los oficios, en la confección de una chupalla, es tan importante quien siembra el trigo como el que trenza la paja y quien da horma al sombrero. La honestidad, la sencillez y la nobleza de los oficios vienen de su origen colectivo, anclado en la tradición, en un como lo han hecho siempre los antiguos, que no es sino una forma de creación colectiva en donde cada parte, cada generación y cultor aporta al resultado final sin ser dueño de este. El objeto artesanal lleva siempre impresas las manos de quienes lo hicieron, huella que no es firma, ni un nombre, sino un rastro que recuerda la fraternidad de todas las mujeres y hombres que hacen, de todos los tiempos y lugares.
La segunda idea que queremos alumbrar, es que la artesanía es y siempre ha sido utilitaria. Como escribía Octavio Paz2, la belleza de una vasija de barro está unida no sólo a su forma bella sino también al liquido que contiene y a la sed que apaga. Y utilitaria, sí, pero no por eso exenta del placer del ornamento y su contemplación. Utilitaria, no funcionalista, pues la artesanía se complace también y al mismo tiempo en el ornamento, en la insistencia del adorno y la contemplación estética. La artesanía es así generosa, porque es útil y hermosa a la vez.
Si una pieza no es utilitaria, es una pieza de museo y los museos son para las cosas muertas. Y entre esa muerte de las vitrinas y la caducidad veloz que llevan impresos de antemano los objetos que hoy fabrican máquinas, encontramos a la artesanía. Esta lleva en las huellas de quienes la hicieron, el pulso del tiempo más humano. Porque la artesanía envejece como y con nosotros; se gasta lentamente con el transcurso de los años, y un día también muere, para ser reemplazada por otro objeto parecido, pero nunca igual, para el mismo fin, pero nunca de la misma manera.
Es por eso que preferimos a la artesanía viva en el día a día de todos, porque un oficio tradicional que no se abre un espacio en nuestras casas y en nuestras vidas, es un oficio destinado a morir. Es por eso que más que en los museos y los libros lindos, en Cordillerana creemos que el fortalecimiento de la artesanía está en el fortalecimiento de su comercio, justo, sostenible y sostenido para integrarla así en nuestras rutinas más domésticas.
El tercer principio que nos indica el norte, es la moderación. Desde hace más de veinte años trabajamos casi exclusivamente con mujeres, de zonas rurales, y la mayoría de ellas de pueblos originarios. Pero siempre hemos respetado el derecho a su privacidad y a ser valoradas por su trabajo, por lo que hacen sus manos de hacedoras, sin importar ni su género ni de qué lado del Itata nacieron. No abusamos del uso de su imagen como estrategia de comercialización para la satisfacción de un fetiche ancestral, originario o rural creado desde el imaginario urbano. Esas pancartas que hoy están de moda han sido principios que hemos practicado con prudencia y respeto desde 1999, inspiradas por una apreciación cultural más que una apropiación, abriéndonos como un canal de comercialización para cientos de mujeres, integrándolas a ellas y sus comunidades a una red de economía circular.
Aunque con ganas de seguir y transformar este prólogo en un diálogo más amplio, debemos cerrar para presentarles esta pequeña edición de entrevistas e historias de vida de mujeres dedicadas al culto de un oficio, con el que queremos poner en evidencia el complejo tejido de una práctica comunitaria, colectiva, social y heredada. Un libro con fotos, no de caras, sino de manos, que parecen sumarse en una coreografía secreta de alquimistas que transforman la materia. Todas nociones a contramano de los tiempos que corren, pues el arte de hoy y su comercio basado en un culto a la autoría, la imagen y la sacralidad nos parece anacrónico, y en este continente además, un mal resabio de colonialismo europeo y burgués. Por más cacharros útiles y menos obras sagradas, más talleres y menos fábricas.
Equipo Cordillerana
1 Larry Shiner, La invención del arte. Una historia cultural, Paidós, Barcelona/Buenos Aires/ México, 2010.
2 Octavio Paz, “El uso y la contemplación” en Camacol, Vol. 11, Edición 34, marzo de 1998, pp. 120-125.